Se nos hizo tarde viajando por la RP41 en Santa Cruz y aún no habíamos encontrado un lugar para pasar la noche, como contaba en la publicación anterior. Era necesario que hubiera reparo del viento, que se había manifestado con poca fuerza pero que podía aumentar en cualquier momento. Avanzamos a oscuras hasta que distinguimos unos árboles al costado del camino. Nos bajamos a inspeccionar el lugar y notamos que el viento no era una amenaza ahí, suficiente para nosotros. Cenamos unas pastas deliciosas preparadas por el Negro, y luego de un furioso diez mil (que gané inesperadamente) nos fuimos a dormir. Me acosté pensando en la incógnita del paisaje que nos rodeaba, ya que afuera había visto sólo la oscuridad.
Fue una sorpresa al día siguiente encontrarnos en una zona de bosque patagónico natural, que ocupaba una franja estrecha en medio de la estepa. La diferencia la hacía un arroyito que aportaba un buen caudal de agua. No deja de maravillarme lo marcado del cambio, no hay zona de transición entre uno y otro: